viernes, 5 de noviembre de 2010

Brasil y África: dos mundos que hoy se reencuentran

Durante la presidencia de Lula, el gigante sudamericano puso un pie en África para incrementar sus inversiones y su intercambio comercial y cultural. A diferencia de las políticas neocoloniales europeas, norteamericanas y chinas, Brasil se muestra como un aliado de la región africana en el hemisferio sur, que además de beneficiarse con sus industrias promueve el desarrollo de programas sociales en aquel continente. Además, el creciente peso geopolítico mundial del país latinoamericano se afirma con su influencia fuera de su propia región.


Con su acercamiento a África, durante las dos gestiones en que Lula ensayó osadas políticas geoestratégicas fuera del continente, Brasil rompió con el modelo de explotación de las grandes potencias, presentándose a sí mismo como un par del hemisferio sur que posibilita el desarrollo social. Y ese avance de Brasil como vocero de los países emergentes del sur se debe al incremento del desarrollo de las relaciones entre las naciones en vías de desarrollo. Durante la presidencia de Lula da Silva, Brasil tuvo un gran acercamiento al continente africano en diversos sectores de tecnología, inversiones en áreas energéticas y acuerdos comerciales. Desde 2003, el presidente Lula visitó diez veces África y abrió 16 nuevas embajadas brasileñas en esa región.

Existen varias concordancias entre los pueblos de ambos lados del atlántico. Por ejemplo, casi la mitad de la población brasileña tiene origen africano, que desciende de los esclavos llevados a América por barcos negreros portugueses. Además, la africanidad está presente en la cultura popular brasileña, tanto en la música, el baile y en la mezcla de religiones y ritos con el cristianismo. Y a través de la Comunidad de Países de la Lengua Portuguesa, el grupo IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) y los tratados multilaterales firmados simultáneamente con países africanos en conjunto que luego se transformaron en acuerdos bilaterales, se produjo que los lazos sur-sur, en este caso Brasil - África, se intensificaran.

Desde su independencia en la década del ‘60, África tuvo una relación desigual con las potencias europeas y con Estados Unidos. Además, aunque Pekín no lo quiera reconocer, está sucediendo algo similar con el avance de las inversiones chinas en el continente. África aporta las materias primas y la mano de obra barata, en tanto que las compañías internacionales sacan el mayor provecho de la explotación de los recursos, beneficiando a una pequeña elite local y dejando afuera a la gran mayoría de la población, que en muchos casos se ve arrastrada a la guerra entre empresas o países que se disputan estratégicas zonas de la región.

Aparentemente, Brasil llegó al continente negro para cambiar esa forma de relación a la que África está acostumbrada. Por supuesto que el país sudamericano se encuentra en una posición de superioridad en cuanto al desarrollo de tecnologías, pero Brasil estimula en el vecino continente la seguridad alimentaria, como base del desarrollo de las relaciones. La ampliación de las zonas desérticas y la reducción de las temporadas de lluvias producen que las tierras cultivables africanas sean cada vez más escasas, en un continente que tiene una de las tasas de crecimiento poblacional más altas. Durante la cumbre África - Brasil llevada acabo en mayo de este año, se priorizó el desarrollo agrícola y la lucha contra el hambre y se hizo hincapié en la estimulación de la agricultura doméstica y de subsistencia.

Además, Brasil comenzó a transferir su experiencia en la producción de cultivos en zonas tropicales desde 2006 cuando abrió en Ghana una sede de Embrapa, el organismo gubernamental que desarrolla tecnologías para elevar la productividad agrícola. El sector económico africano que más se beneficia de las inversiones brasileñas es el energético, dado que Petrobras, la empresa petrolera multinacional de Brasil, ha desarrollado una política de expansión principalmente en Sudamérica, pero en la última década comenzó a incrementar su presencia en África. La extracción del petróleo se está produciendo en Nigeria, Angola, Tanzania, Libia y Namibia. En el delta del río Níger, en donde las compañías del mundo desarrollado han explotado la industria petrolífera descuidando seriamente el medioambiente, Brasil, además de invertir en hidrocarburos, participa en proyectos relacionados con la salud y la niñez.

Desde 2007, Petrobras se convirtió en una de las empresas más importantes en el sector energético, debido al descubrimiento de uno de los mayores campos de gas y petróleo en la zona de Tupi, en la costa brasileña. Algunos analistas aseguran que una vez que se comience a explotar ese yacimiento sumado a la presencia brasileña en el sector petrolero de América Latina y África, Petrobras podría superar a Shell y a Chevron en capacidad y volumen de extracción.

Sin dudas, los países con los que Brasil tiene mayores relaciones comerciales y culturales son Angola y Sudáfrica. La relación con el primero no es reciente, ya que al compartir la misma lengua, ambos países habían desarrollado intercambios desde la independencia del país africano en 1975. Pero, la guerra civil que duró entre 1975 y 2002 impidió que las inversiones extranjeras se pudiesen asentar en Angola. Durante ese período, varios miles de refugiados angoleños eligieron Brasil como destino de escape de los enfrentamientos armados. Además del petróleo, que es el área económica más próspera de Angola, Brasil tiene una gran presencia en el sector alimentario. Aunque la ONU incluyó a Angola dentro de su programa de reducción del hambre, este país sufre la desigualdad comercial en productos alimenticios con las industrias sudafricanas, que son más poderosas que los incipientes productores locales.

Por eso, Brasil aprovechó la disconformidad de Angola y apoyó a las industrias locales, con mano de obra angoleña, y además estimuló la penetración de supermercados brasileños. El monopolio sudafricano se quebró con la llegada de Brasil, que no deja de actuar de acuerdo a sus propios intereses, pero la competencia entre Brasilia y Ciudad del Cabo, favorece a largo plazo al consumidor de Angola. En cambio, la relación entre Brasil y Sudáfrica dista de ser predominante para alguno de los dos actores políticos y se caracteriza por ser de igual a igual. Dentro del grupo IBSA, Brasil, Sudáfrica e India han mantenido reuniones esporádicas desde 2003, el año en que Lula llegó al poder. Los acuerdos tripartitos se centraron en el establecimiento de convenios industriales, comerciales y militares, como por ejemplo la producción conjunta de misiles aire - aire. Se espera que el intercambio comercial entre Brasil y Sudáfrica, que se intensificó el año pasado con la llegada de Jacob Zuma a la presidencia del país africano, podrían superar este año los 2.520 millones de dólares registrados en 2009.

Las críticas occidentales al avance chino en África surgen a partir de las denuncias de que Pekín no toma en cuenta la situación de los derechos humanos en varios países y establece acuerdos con gobiernos acusados de violarlos. A pesar de que esto sea cierto, tanto Europa como Estados Unidos apoyan dictaduras y guerrillas sangrientas para lograr posicionar a sus empresas multinacionales en los mercados africanos. Esta doble moral occidental se basa en que China es un competidor agresivo en la extracción de recursos africanos y es visto por Occidente como una amenaza, principalmente a la seguridad energética. En cambio, Brasil viene a romper con el modelo de explotación de las grandes potencias, presentándose a sí mismo como un par del hemisferio sur que posibilita el desarrollo social.

Uno de los factores de la presencia brasileña en África son las millonarias inversiones por las cuáles las industrias brasileñas se benefician ampliamente. Pero, también existe un importante factor geopolítico, en el que Lula intenta posicionar a su país como un actor principal en las decisiones mundiales, reformando varios organismos, como el FMI y la ONU. Asimismo, es notorio el esfuerzo que hace Brasil para ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su expansión en Latinoamérica, el intento de mediar en los conflictos de Medio Oriente y su creciente influencia en África demuestran que la política exterior brasileña se concentra en ganar espacios cada vez más importantes, que antes estaban reservados a un pequeño grupo de países industrializados.

Sudáfrica se convierte en un aliado que le permite a Brasil poner un pie en el continente, ya que el país más desarrollado de África tiene intereses comunes en reforzar la alianza sur-sur. Por otro lado, la crisis internacional redujo las ayudas provenientes del Banco Mundial y de las potencias en cuanto a los programas de desarrollo alimentario, educativo y de salud africanos, lo que provoca inevitablemente que África le abra las puertas con mayor facilidad a Brasil.

(Fuente: Investigación del Lic. Maximiliano Sbarbi Osuna, de Observador Global.com)

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